Sin Titulo
“¡Tienes los ojos más hermosos que he visto!” Es lo que siempre me dicen. Y después es la misma historia,
-Soy ciego.
-Oh. Perdóname. ¡Es que no pareces! Discúlpame, no fue mi intención ofenderte.
Y de ahí, bajan la cabeza, avergonzados, y se marchan. Al menos, eso creo que hacen. Espero que hagan eso.
Dirán que soy cruel. Pero es mi pequeña venganza hacia aquellos que si ven.
Y entonces, dirán que ellos no tienen la culpa. Yo tampoco. Y sin embargo, yo soy el ciego.
Ellos no aprecian lo que pueden ver. Ellos seguían únicamente por las apariencias y no aprecian verdaderamente las cosas. Supongo que ese el precio por tener ojos. Cuando era más pequeño, mi mamá solía contarme historias de como era el mundo.
En ese entonces, el cielo era lila con tonalidades rosas. Las nubes eran azules, y sí tenía hambre me las podía comer. Si estaba triste, el cielo se nublaba. Y cuando me enojaba, él lloraba. Los árboles eran de muchos colores y ahí vivían las criaturas más fantásticas. El agua era plateada y a veces sonreía.
Pero yo era ciego, no sordo. Ni tonto. A mi padre siempre le gustó ver las noticias. Nunca escuché que el cielo estuviera más lila que otras veces, o que el árbol que la lluvia derribó fuera azul. Sin embargo, escuchaba algo sobre guerras. No me gusta esa palabra. No la comprendo. No comprendo al mundo. ¿Es que acaso necesitamos los ojos para ver aquello que no nos pueden describir?
¿Es tan dulce el amor? ¿Es tan cruel? ¿Es tan malo? ¿Es bueno? No se como sea el amor. Recuerdo que alguna vez lo sentí. Hacia mis padres. Pero después ellos murieron.
Alguna vez, espero, que antes de morir, pueda ver al amor.
Le preguntaré si alguna vez existió o es solo una ilusión.
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